Hay amor romántico entre animales?
¿Existe el amor entre los animales? Hay muchos matices que se deben tener en cuenta antes de responder a esta pregunta. El primero es que, en realidad, los humanos somos animales, por lo que la respuesta sería un sí rotundo. Vamos a modificarla un poco: ¿existe el amor entre animales no humanos? Aquí, habría aún que matizar un poco más. ¿Qué definimos como amor? Incluso ¿de qué tipo de amor estamos hablando?
Obviamente, la humana es la especie en la que más se ha estudiado el amor. En ella, podemos hablar de diferentes tipos de vínculos amorosos. El apego entre familiares o amigos puede considerarse amor. Pero hay otro amor mucho más visceral, derivado de un cóctel químico aún más intenso, que es el amor romántico.
Si nos referimos al primero, podemos decir que el amor entre animales sí que existe. Incluso entre especies distintas. Por ejemplo, se han realizado estudios en los que, al analizar mediante resonancia magnética los cerebros de los perros, se ve que las regiones asociadas al apego se activan cuando ven a sus amigos humanos. También se ha visto a elefantes que lloran a sus muertos. O incluso a hembras de chimpancé u orcas transportando a sus crías fallecidas hasta casi morir de hambre ellas mismas. Todo eso también es amor. En el caso del amor romántico, es bastante más difícil de definir, pero hay evidencias de que posiblemente sí exista.
Posibles ejemplos de amor entre animales
El amor entre animales parece especialmente probable entre aves, aunque no se descarta en algunos mamíferos. Por ejemplo, en aves se ha visto que los albatros forman parejas que pueden durar hasta sesenta años. Vuelan sobre el océano en solitario durante casi todo el año, pero en una época concreta acuden a su cita en una isla y tienen comportamientos cariñosos no reproductivos, que dejan ver que esa época, en realidad, es su propio San Valentín.
También hay biólogos que creen que existe el amor romántico entre los cuervos. Piensan esto porque son animales que suelen tener parejas duraderas, durante muchos años. Si el fin fuese solo reproductivo, lo ideal es que vayan cambiando de pareja, pues así se obtendría una mayor variabilidad genética. Debe haber algún tipo de recompensa o circuito cerebral que les lleve a mantenerse tanto tiempo juntos. Y ese podría ser el amor romántico.
Por otro lado, se han observado entre ballenas algunos flirteos que no parecen tener un fin de apareamiento. Son casos aislados, pero han dado mucho que pensar a los científicos.
Todo es química
No debemos olvidar que el amor romántico entre humanos no deja de ser un cóctel químico, dirigido a darnos recompensas que nos estimulan para seguir viendo a esa persona que nos gusta. Al principio de una relación, nuestro cerebro se revoluciona. Varios tipos de neurotransmisores viajan entre neuronas, dirigiéndose a distintas regiones, en las que provocan respuestas que van desde el placer hasta una incapacidad casi absoluta para ver los defectos de la otra persona.
Esto tiene beneficios evolutivos. Se ha comprobado que los animales en los que la crianza dura más tiempo son aquellos que suelen tener relaciones monógamas. Unas relaciones que normalmente terminan en el momento en el que las crías son independientes. Solo hay excepciones como las antes mencionadas de cuervos y albatros.
Los humanos tenemos una crianza extremadamente larga. A veces se puede tener a los hijos en casa hasta los 40 años. No es lo más común, pero unos 20 sí que es muy típico. Es conveniente una monogamia larga, para la cual el amor es el aliciente perfecto. O un poliamor muy bien organizado, pero esa ya es otra cuestión.
En general, en primer lugar se nos engancha de esa otra persona, a través de neurotransmisores como la dopamina. Después, se favorece el apego, con la liberación de hormonas como la oxitocina.
Existen numerosos estudios que demuestran que muchos animales comparten estos circuitos cerebrales con nosotros. La dopamina y la oxitocina también fluyen por sus cerebros, a través de conexiones similares a las nuestras. Ya hemos visto que el apego, al menos ese apego no romántico, está muy presente en sus vidas. Por lo tanto, aunque no se les puede preguntar y es difícil de demostrar, es más que probable que sí que exista el amor entre animales. No celebran San Valentín, pero también se quieren. Como muchísimos humanos.